Calendario de Adviento VII

Relato Corto Navideño.

Capítulo I: Un Espejo Roto. Siete Años de Mala Suerte.
Capítulo II: Hoy,  Domingo, 7 de Diciembre.
Capítulo III: Domingo, 14 de Diciembre.
Capítulo IV: Domingo, 21 de Diciembre
 

Un Espejo Roto.Siete Años de Mala Suerte.Capítulo II.  
- ¿Aaron? ¿Eres tú? - El sonido de su voz lo hace caer en un abismo muy oscuro, y al girarse y mirarla, es como si el sol volviese a salir. Es ella. Es ella, de eso está seguro. Pero... está distinta...
- ¿Alanna? - Sorprendido, se acerca a ella despacio. Con sumo cuidado. Temiendo hacer algún gesto brusco y que ella desaparezca... Otra vez. - Has vuelto - Dice, pero el nudo de su garganta le impide continuar. Toma aire despacio. - ¿Qué te ha pasado?
- Es obvio, ¿no? - Contesta ella, mientras señala el pañuelo de su cabeza.
- ¿Desde cuándo?
-Desde que me fui.
- No me lo dijiste...
- No quería hacerte daño...
-Pues lo hiciste. 
- Aroon, no deberías estar aquí. No deberíamos habernos visto... Tengo que irme.
-No - Dice. Sereno. Más de lo que debería. - Vas a quedarte y vas a explicarme por qué te fuiste derepente, porqué no me dijiste que tenías cáncer y porqué demonios, me merecía ésto.
- No hay respuesta para esas preguntas. Lo hice por que pensé que era lo mejor. Me daban pocas esperanzas de vida, y yo no podía atarte a mí. Tú tenías derecho a ser feliz.
- Eso también me concernía a mí, decidirlo. ¿No crees?
-Aroon, no me lo pongas más difícil.
-¿Difícil? ¿Difícil? Difícil ha sido levantarse cada mañana y no saber de ti. Buscarte en las estaciones, en las calles, en cada maldito autobús que pasaba. Quemar las horas frente a la ventana imaginando que podrías estar en uno de ellos... Soñando con que tal vez un día volverías aquí... Volverías conmigo... Y ahora... Estás. Sí que estás, pero estas distinta. Y no has venido por mí.

Tal vez no era el lugar. Ni el momento. Tal vez ese día jamás debió llegar... Ahora, Alanna echa la vista atrás y recuerda como fue todo. Cuando tomó la decisión. Y se arrepiente de haber jugado esas cartas. Se arrepiente de no haber sabido afrontar su enfermedad de la mejor manera.

... Hace uno meses ...

- Ten cuidado con el espejo... Ya rompiste uno, no querrás otros siete años de mala suerte ¿Verdad? - Ella ríe, mientras obsera como Aaron coloca el espejo nuevo en el dormitorio.
- Tranquila, no se me caerá... Además yo no creo en la mala suerte. Hace como cinco años que lo rompí, y nos hemos conocido ¿No? 
- Eso si que ha sido mala suerte - Responde bromista.
- Pues si eso es mala suerte, romperé mil espejos más. Para poder conocerte cada día.- Termina de encajarlo bien y se acerca a ella. La agarra por la cintura. Fuerte. Con ganas. Terriblemente sensual. Y la besa. Con dulzura. Con pasión. Y ella le responde con todo el amor que es capaz de expresar en ese gesto. 

Se separan, y se miran. Sus ojos brillan. Hay fuego. Hay cariño. Sonríen. Y de nuevo otro beso. Rápido. Fugaz. Cargado de ilusión. Aaron se separa despacio y suspira. 

- No quiero ir a trabajar - Dice mientras se quita la camisa y  busca el uniforme en el armario- Quiero quedarme aquí, contigo. 
- A mí también me encantaría que te quedases, pero la vida es dura, mon cheri - Se acerca a él y vuelve a besarlo.- No te preocupes, seguiré aquí cuando vuelvas - Acto seguido, se arrepiente de pronunciar esas palabras, porque lo cierto es que no está muy segura de lo que va a pasar...

- Eso espero - Dice él sonriente.

Aaron se marcha a trabajar. Desganado porque lo único que quiere es estar con ella. Pero feliz a pesar de todo. 
Ella en cambio, está en casa. Camina nerviosa de un lado a otro. Abre el bolso en busca de su agenda. Entre las páginas encuentra anotada una cita con el médico. Se estremece. "Esto no pinta bien" ... Esas palabras retumban en su cabeza desde hace una semana, y aún no le ha dicho nada a él. Y no lo hará.

Después de vestirse. Pasea por la casa en silencio. No llora. Se está reservando para el diagnóstico, que no se hará de rogar. Vaga por las habitaciones. Por la cocina. Por el salón. Recoge una foto que tienen los dos en la mesita de la entrada, y se la lleva al dormitorio. Saca una maleta de debajo de la cama y empieza a llenarla. No puede evitar que un par de lágrimas rebeldes se escapen de sus ojos y se pierdan de camino a sus mejillas. Una de ellas cae sobre el marco de la foto. Triste. Solitaria. Por fin cierra la maleta y la deja sobre la cama.
Mira la hora y sale de casa. Se cubre la cara como puede, para evitar en la medida de lo posible que la reconozcan y en unos quince minutos ha llegado al hospital.

- ¿Alanna Mathews?
- Aquí.
- El Doctor Cameron la espera.

Entra con paso decidido, dispuesta a ser fuerte pase lo que pase. Pero es frágil. Y sus movimientos temblorosos la delatan...

- Me temo, Alanna, que no tengo buenas noticias...
- Es cáncer, ¿Verdad?
- Sí.
-¿Dónde?
- En los pulmones... - Silencio. Ella siente un dolor desgarrador que parece querer devorarla, pero no es el cáncer. Es la tristeza. Es el miedo. Es todo aquello que ha callado lo que quiere salir de su garganta en forma de grito - Alanna - Continúa hablando - Voy a ser franco contigo... No pinta bien... Es un tipo de cáncer muy agresivo. Pero quiero que sepas que haremos todo lo posible para salvarte. Necesito que estés dispuesta a luchar. No va a ser fácil. Pero podemos conseguirlo.

Ella se mantiene en silencio. Presa de sus pensamientos. ¿Qué le diré? ¿Una nota? ¿Nada? ... Hay pocas posibilidades... No merece tener que soportar todo esto conmigo para que después... ¿Qué pasará si no vivo? No, no puedo hacerle eso... Esta guerra debo lucharla yo sóla. No más víctimas inocentes....

- Alanna, ¿Estás bien?
- Si, si doctor.
-¿Estás preparada?
- Sí, lo estoy...

Lo dijo convencida. Más de lo que esperaba. Aunque no supo si se refería a luchar o a dejarlo a él. Lo cierto es que finalmente, volvió a casa, y lloró. Lloró durante horas, pero no porque temiese a la muerte. No por el dolor de saber que estaba enferma. Lloraba porque tenía que abandonarlo sin darle explicaciones. Lloraba porque era demasiado débil para enfrentarse a su reacción. Lloraba porque tal vez no volvería a verlo. Pero sobre todo lloraba, porque cuando salió de casa, no había sido capaz de decirle cuanto lo quería.

"Tal vez si que merezca morir" - Pensó.

Y acto seguido cogió la maleta y abandonó aquella casa. Sin mirar atrás. Llamó un taxi. Y se fue.

No se hubiese arriesgado a pisar la estación... Tal vez él estuviese allí. Trabajaba allí. Iba, venía... Pero a fin de cuentas allí...


7 comentarios:

  1. Me encanta, estoy deseando leer la siguiente parte ^^
    un beso.

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  2. Que dureza... Espero que pinte mejor el próximo capítulo.
    Saludos.

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  3. Veremos qué les depara la magia de la navidad... ¿o terminará de la peor manera que somos capaces de imaginar? Desde luego, con ansias espero el próximo capítulo *W*
    ¡Un besote! <3

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  4. Demasiado duro para este domingo de frío y lluvia... Si hay más capítulos espero que se quede, y que él le de una segunda oportunidad...

    Un beso!

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  5. Un relato duro, esconde una parte fundamental de la historia... veremos como pinta el siguiente episodio.
    Un beso, que tengas buen domingo.

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  6. qué triste ♥ lo más doloroso de dejar a alguien es no haberle dicho cuánto se le quería y hasta puede ser uno de los peores pecados. Buena historia!

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